El Zaguán, Agosto de 2005
Transcurría el año de 1941 en las anfibias poblaciones de Lagunillas y Tasajeras, cuando el joven Clímaco Estrada fue víctima de una atroz agresión.
Él se desempeñaba como vendedor de leche, que trasportaba de casa en casa y de palafito en palafito, en una carreta de madera impulsada por una mula. Una mañana salió como siempre a realizar su labor, pero no pudo cumplir su recorrido y desapareció sin explicaciones.
Tres días después, fue encontrado entre unos matorrales en la vía que comunicaba a Tasajeras con Lagunillas de Agua.
Estaba moribundo y ensangrentado. En todo el distrito Bolívar, el único centro asistencial era Hospital Municipal de Cabimas. Cuando alguien necesitaba ayuda médica era más fácil que curanderos y comadrona revisarán la enfermedad y las tratasen con hierbas y medicamentos caseros.
Estos especialistas en medicina natural curaban a domicilio, a donde llegaban a cualquier hora y en burros.
Pero el caso de Clímaco Estrada era severo. Ningún curandero se atrevió a revisarlo, así que tuvo que ser trasladado a Cabimas. Después de tres días desahuciado y habiendo realizado semejante viaje en vehículos a baja velocidad, nadie en Tasajeras esperaba que el joven sobreviviera. Se le atribuyó su salvación a un milagro de San Benito.
Fue curado por el doctor Pérez, de quien se descubrió luego que no tenía licencia médica. Para esa fecha la penicilina no había sido descubierta, de modo que el trabajo del farsante médico fue excepcional.
Clímaco contó que unos delincuentes los detuvieron para robar el cargamento de leche, lo golpearon y terminaron castrándolo sin compasión ni anestesia.
Por mucho tiempo, se estuvo contando, entre los pobladores de la zona, la historia del lechero capado, de quien se sabe que vivió por muchos años.
Transcurría el año de 1941 en las anfibias poblaciones de Lagunillas y Tasajeras, cuando el joven Clímaco Estrada fue víctima de una atroz agresión.
Él se desempeñaba como vendedor de leche, que trasportaba de casa en casa y de palafito en palafito, en una carreta de madera impulsada por una mula. Una mañana salió como siempre a realizar su labor, pero no pudo cumplir su recorrido y desapareció sin explicaciones.
Tres días después, fue encontrado entre unos matorrales en la vía que comunicaba a Tasajeras con Lagunillas de Agua.
Estaba moribundo y ensangrentado. En todo el distrito Bolívar, el único centro asistencial era Hospital Municipal de Cabimas. Cuando alguien necesitaba ayuda médica era más fácil que curanderos y comadrona revisarán la enfermedad y las tratasen con hierbas y medicamentos caseros.
Estos especialistas en medicina natural curaban a domicilio, a donde llegaban a cualquier hora y en burros.
Pero el caso de Clímaco Estrada era severo. Ningún curandero se atrevió a revisarlo, así que tuvo que ser trasladado a Cabimas. Después de tres días desahuciado y habiendo realizado semejante viaje en vehículos a baja velocidad, nadie en Tasajeras esperaba que el joven sobreviviera. Se le atribuyó su salvación a un milagro de San Benito.
Fue curado por el doctor Pérez, de quien se descubrió luego que no tenía licencia médica. Para esa fecha la penicilina no había sido descubierta, de modo que el trabajo del farsante médico fue excepcional.
Clímaco contó que unos delincuentes los detuvieron para robar el cargamento de leche, lo golpearon y terminaron castrándolo sin compasión ni anestesia.
Por mucho tiempo, se estuvo contando, entre los pobladores de la zona, la historia del lechero capado, de quien se sabe que vivió por muchos años.
En la vieja población de Tasajeras abundaban historias reales que por su crudeza y magnitud parecían sacadas de películas extranjeras. Estos cuentos eran trasmitidos de forma oral entre los vecinos y llegaban a escucharse en diversos rincones del país. Uno de ellos fue el relato de Clímaco Estrada, cuyo suceso fue utilizado por muchos años por los padres para evitar que sus hijos se alejaran de sus casas.
Luis Gerardo Leal
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