Los Cuentos de Vitorino, El zaguán, Agosto de 2004
Una noche estaba un cazador descansando bajo una mata de mamón y sintió que alguien se acercaba por el monte. Era un hombre alto y sombrío que se habría paso entre los matorrales.
El cazador se asustó y de inmediato se montó sobre la mata. Pero el recién llegado ya sabía de la presencia del cazador, llegó hasta la sombra del mamón y se preparó para cortar el tronco del árbol.
Mientras el visitante cortaba, el cazador muerto de miedo esperaba una oportunidad para escapar. Cuando el del machete cambió de lugar para seguir talando, el cazador saltó del árbol y corrió sin mirar atrás.
Al día siguiente regresó con unos compañeros, pero todo estaba como si no hubiera pasado nada, no había camino entre el monte, ni daños en el tronco del mamón.
Era un espíritu del bosque que quería ahuyentar al cazador de su territorio. A estos seres no se les puede hacer daño ni con plomo. Mantienen por siempre zonas encantadas donde encierran a los cazadores abusivos.
En el caño que está por mi casa, aquí en Ojeda, hay un encanto. Lo sé porque a veces allí revolotean desordenadamente las golondrinas, esa es una señal de encantos, porque las golondrinas criollas duermen en lugares encantados.
Los que fueron encantados tienen una oportunidad para liberase y es al mediodía del jueves santo, pero son muy pocos los que lograr salir.
Cuando uno sale a cazar debe llevar perros, porque ellos sienten la presencia de espíritus, pero a los perros hay que sahumarlos para evitar que los encanten también.
Victoreano Camacaro
Adaptación:
Luis Gerardo Leal
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