Los cuentos de Vitorino, El Zaguán, diciembre de 2005.
Un niño llegó misteriosamente a los brazos de la esposa de un gran señor, rico y poderoso, que esclavizaba a toda una comunidad.
Este niño creció como parte de la gran familia hasta que, siendo adulto, se dio cuenta que su verdadera casta era la de los esclavos y no la del esclavizador.
Decidido a comenzar una nueva vida, se retiró a los campos a criar chivos y ovejas, pero un poder espiritual le impulsó a hacer algo a favor de sus martirizados hermanos.
Fue con el patrón, quien le crió y amó, y le dijo que liberara a su pueblo o estaría condenado a muchos males. Pero éste no accedió.
Por poder divino (o tal vez por pura casualidad), los males empezaron a surgir.Los ríos se volvieron rojos, no se sabe si por sangre o por acumulación de sedimentos, pero los supersticiosos pobladores de aquel lugar no se quisieron acercar a vericar la razón del cambio en las aguas.
Animales en multitud atacaron los conucos, cosa que sucede cada cierto tiempo, pero que todos interpretaron como una maldición. Los animales de los potreros se enfermaron mientras los hombre se cundieron de llagas, situación que fue acreditada a las amenazas propiciadas al terco patrón y no a la insalubridad de los pueblo.
Cayeron rocas del cielo y todo se oscureció, y el patrón nada que accedía a la petición. Así que se le comunicó que una noche todos los primogénitos del pueblo serían asesinados, excepto aquellos cuyas casas eran marcadas con sangre de oveja.
Así ocurrió y el primer hijo del patrón también murió. Sin más esperas, los esclavos huyeron guiados por aquel hombre de ímpetus. Los caporales y sus hombres salieron en su persecución, con órdenes de asesinar a los fugitivos. Hallaron un trecho entre el mar donde al bajar la marea se podía caminar y atravesar las aguas, y con prisa llegaron al otro lado.
Los perseguidores no lograron pasar a tiempo y fueron tragados por la marea. El nuevo héroe le tocó ahora guiar a 40 mil personas por el desierto sin muchos recursos, pero con un futuro prometedor.
Victoreano Camacaro
Adaptación:
Luis Gerardo Leal
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