El día que Marcelo dejó de ser hombre, despertó con mucha hambre. Llevaba cinco días sin poder comer. Esa mañana intentó comer de la basura. Pero no pudo, no se lo permitieron sus propios valores, su educación, su orgullo. ¡Imagínense, el gran Marcelo Hidalgo comiendo de la basura! ¡Inconcebible!
Entonces se acordó de Dios y le gritó: “Dios, ya que no me vas a dar más de comer, permíteme comer de la basura”. Así que su Dios lo convirtió en perro. (LGL)
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