Por Yldefonso Finol // Ciudad Ojeda, 05 de mayo de 2015.-
Parafraseando al historiador Peter Winn, podemos afirmar que, pese
a que los sucesos violentos de la invasión europea contra la población
originaria del Lago Maracaibo parecieran estar perdidos en la distancia de los
tiempos, “las batallas por la memoria colectiva continúan siendo relevantes en
el siglo XXI”.
Pugnan en el fragor de la construcción social, la avanzada
ideológica que necesita establecer la verdad histórica, contra las fuerzas
conservadoras del sistema de dominación heredado del colonialismo; hablamos de
la batalla de ideas como expresión dialéctica de la lucha de clases en el plano
cultural, donde lo revolucionario es desmontar mitos alienantes, consolidando
una lectura cuestionadora suficientemente documentada, que por su solidez
científica, no deje espacio a la reproducción de las versiones manipuladas que
sustentan la supremacía racial y civilizatoria del invasor.
La tesis colonialista se impuso desde el discurso oficial,
particularmente en los programas educativos, cuyos contenidos y materiales
didácticos, fueron encomendados a voceros de los intereses eurocentristas. En
cierta forma, los sacrificios enormes realizados por la hueste patriota en la Guerra de Independencia, no
tuvieron su colofón correspondiente en el desarrollo de un modelo educativo
liberador, que fuera capaz de provocar una ruptura epistemológica respecto de
la tradicional elaboración y enseñanza de la historia.
En este plano de las representaciones formales, lo indígena queda
relegado a la última frontera, lo marginal, oscuro, como sinónimo de atrasado.
El racismo anti-indígena ha sido muy fuerte en nuestra sociedad, al punto de
superar al anti-africano. La
Colonia y la república burguesa necesitan borrar todo
vestigio de lo originario, para apropiarse de los territorios y recursos
naturales que pertenecen en justicia a los legítimos dueños de la patria.
Paraute es un ejemplo doloroso de lo que estamos hablando. A pesar
de haber sido conocido por los primeros invasores y mencionado en diversos
documentos coloniales; a pesar de estar recogido en estudios como los del
Hermano Nectario María, su nombre no aparece en la Historia del Zulia de
Juan Besson ni en el Diccionario de Historia de Venezuela de Fundación Polar,
por solo citar dos graves omisiones.
Paraute “con todos sus habitantes fue dada en encomienda a
Francisco Camacho”, en tiempos del Cacique Tomaenguola. Dice la crónica “que es
sita por la región de Lagunillas”, lo que permite ubicarla en el lugar que los
hispanos bautizaron Lagunillas por el carácter anegadizo de su entorno
orillero.
Refiere Nectario que “en 1606 los indios de Paraute y Misoa
apoyaron la causa de los del norte”, siendo sus caciques Juan Pérez Mataguelo y
Camiseto respectivamente.
Juan Pacheco Maldonado, designado para enfrentar la insurrección
del pueblo añu del Lago Maracaibo, ataca Paraute, captura los caciques y los
lleva a ejecutar en la villa hispana del puerto Maracaibo.
En algunas ocasiones los cronistas aluden a los indios Parautes,
mismos que a veces llaman “zaparas” o “toas”, ubicándolos en la costa sureste.
El gobernador español de la
Provincia de Venezuela, Sancho de Alquiza, menciona
repetidamente la derrota de los parautes por mano del capitán Pacheco Maldonado.
Vuelve a comentar tal derrota de Paraute en un informe sobre la situación de
Nueva Zamora, como llamaban el poblado donde estableció cabildo desde 1574
Pedro de Maldonado.
Paraute es palabra típicamente añu, donde el prefijo “para” indica
gran aglomeración de agua (mar, lago, gran delta) y el sufijo “te”, aunque
concuerda con el pronombre singular de primera persona (yo, me, mi), en cuyo
caso Paraute pudiera traducir “mi mar”, parece más lógico aplicar la acepción
según la cual la palabra “te”, actuando como sufijo, connota ubicación, sitio o
lugar. En este caso Paraute es simplemente el nombre propio de un poblado
determinado a orillas del Lago, como Macomite es el rio que desemboca frente al
Moján.
En el estudio de Marie France Patte, encontramos que la
terminación “ite” cumple el doble significado “ser” y “estar”, como el verbo
“to be” en inglés. Si ejercitáramos que originalmente Paraute fuese “Paraite”,
con pronunciación gutural de la i, y que los cronistas invasores la hayan
castellanizado a Paraute, entonces cabría la hipótesis de que Paraute significa
“ser del mar” o “estar en el mar”, cualquiera de las dos válida para un pueblo
clásicamente acuático.
Este nuestro Paraute añú, fue el poblado palafítico donde en 1939
cometieron un acto de genocidio las transnacionales petroleras y el Estado
venezolano, provocando el incendio criminal que destruyó casas, historia y
vidas que no significaron nada para el sistema racista pro imperialista.
La dictadura servil, para más humillación, impuso la nomenclatura
etnocida: López Contreras decretó llamarla Ciudad Ojeda, el primer invasor del
Lago.
Borraron su nombre y su gente, pero de las cenizas volverá
Paraute, clamando justicia por los mártires, cantando su bello nombre añú.
Yldefonso Finol
Guerrero Añu
Sólo la verdad histórica forma pueblos libres.
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