Ciudad Ojeda, 30/10/2009
Este viernes 30 de octubre de 2009, se inicia el Encuentro Nacional de Artes Escénicas, que este año llega a su décima edición bajo el lema “El Teatro va a las Comunidades”, en diferentes comunidades del municipio Lagunillas, del estado Zulia.
Este evento, que se extenderá hasta el 04 de noviembre, realizará diversas funciones gratuitas de teatro, títeres, cuenta cuentos y danzas con agrupacones provenientes de todos los rincones del país.
La inauguración se efectuará este viernes 30 de octubre en el sector El Larense de Ciudad Ojeda, con la participación de las agrupaciones “Nabarao” y “Zapatazo”, desde las 04:00 de la tarde.
Para el sábado 31, habrá doble función en el Centro de Participación Protagónica “Carabobo Norte” de Lagunillas, a las 10:00 de la mañana con las agrupaciones “Ana María Campos” y “Alba Zuliana”. Luego, a las 03:00 de la tarde participarán el grupo de teatro infantil El Puentecito y el Hombre del Traje Amarillo.
El día domingo, tocará el turno a las comunidades de Leonardo Ruiz Pineda a las 10:00 de la mañana y en el sector Primero de Mayo a las 06:00 de la tarde. El lunes, a las 04:00 de la tarde, será la presentación en el Barrio Bolivariano, y a las 07:00 de la noche en la avenida 33, del sector Rafael María Baralt.
El sector El Playón de Tasajeras tendrá su oportunidad de disfrutar de buen teatro desde las 04:00 de la tarde y a las 07:00 de la noche, se realizará otra función en la Urbanización Eleazar López Contreras segunda etapa.
El cierre está previsto para el miércoles 04 de noviembre en el sector Los Robles a las 04:00 de la tarde y en el Centro de Participación Protagónica Carabobo Norte de Lagunillas a las 06:00 de la tarde.
Las agrupaciones “Gente de Títeres”, “Charlot Teatro”, “Teatro de Muñecos”, “Pilingo Lingo”, “Tablón”, “Brisas del Zulia”, “Aquiles Nazoa”, “Mascarada” y Acción Creativa” también participarán en este encuentro cultural.
Un mosaico cultural llamado Las Morochas
Yenny Rojas, Panorama, 04/10/09
Cuando arrancó la era petrolera, la vía lacustre y la orilla del Lago de Maracaibo poco a poco fue cubriéndose de muelles e instalaciones, quitando espacio a los pescadores de Las Morochas, un populoso sector de Lagunillas, que se transformó como el eje industrial de la COL.
Los ojos de los navegantes que arribaban por el Lago, se habituaron a ver un símbolo natural, dos matas que crecieron juntas, es decir, morochas. Algunos decían que eran cocoteros y otros majumbos, con troncos y follajes simétricos, de unos 50 metros, que desde lejos anunciaban la orilla y para ciertos moradores dio nombre al sector.
“El suministro de alimentos y mercancías llegaba a Las Morochas a una especie de muelle rudimentario que las mismas petroleras promotoras de la vía, construyeron para movilizar materiales de un campamento hacia otro, entre Cabimas y Mene Grande”, señala Francisco Chávez, en su texto Conoce la historia del municipio Lagunillas.
Antes de la movilización generada por la industria petrolera, Las Morochas sobrevivía con rasgos indígenas, y su asiento, según otras versiones, abarcaba las extensiones de un hato propiedad de Lino Ekmeiro, y que llevaba el nombre de Las Morochas en honor a sus descendientes gemelas.
“Como comunidad, Las Morochas se origina a comienzos del siglo XX, más sus raíces se hunden hasta los días en que un sencillo poblado indígena se levantó sobre estacas a orillas del Lago, formando parte de una cadena de pueblos palafíticos que se extendía desde Ceuta”, reseña el libro Las Morochas hacia el Siglo XXI, de Rutilio Ortega y Jóvito Rodríguez.
El rostro sencillo y artesanal de las viviendas y la cotidianidad ligada a la pesquería y a las labores agrícolas, cambiaron para ofrecer un ambiente ideal que albergara a familias de otras partes del país y a extranjeros.
Desde 1912, cuando arranca la explotación petrolera, que 10 años después tomaría pleno auge con el reventón de El Barroso, las compañías empezaron a abrir caminos para su progreso.
Hubo que crear más adelante una vía, — que hoy se llama Intercomunal— para abrir un paso de asfalto y unir a Lagunillas con Cabimas y Bachaquero, según recuerda Chávez. Su edificación, culminada en 1965, arrasó con el monte y la tierra pantanosa de ese entonces.
Muchos de sus pobladores vinieron por petróleo, otros porque su Lagunillas de Agua, poblado vecino, sacudida por incendios constantes tras la extracción de crudo, los obligó a mudarse, según el libro Las Morochas hacia el Siglo XXI.
Y aunque los morocheros lucharon por ser capital de Lagunillas, perdieron la batalla ante Ciudad Ojeda, cuya creación ordenó el presidente Eleazar López Contreras el 19 de enero de 1937
Una de las primeras maestras del sector, Luisa Perozo, contó en un reportaje publicado en PANORAMA el 21 de agosto de 1984, que cuando arribó al poblado “había pocas casas. Ésto era un fundo, había tierra para todos y la mayoría vivía de la pesca”.
Una mezcolanza de culturas, sabores y tradiciones fue amasándose en el sector.
Luis “Totillo” Bencomo, de 54 años, y fundador del Centro Cultural Deportivo de Las Morochas, recuerda el movimiento migratorio.
“Vinieron ingleses, holandeses, alemanes, árabes, estadounidenses y hasta trinitarios. Como era un pueblo orillero también llegó gente del Sur del Lago, de Los Puertos de Altagracia y de Lagunillas de Agua, y por supuesto de otras partes del país: margariteños, corianos y andinos”.
Era tan variopinta la población residente que suscitó una suerte de movimiento particular.
“Muchas de las casas pareadas que aún se ven son de características inglesas, donde destacan los balcones”, agrega Bencomo.
Todavía hoy pueden verse fachadas coloridas y con nombre de villas, y hasta sus calles angostas tomaron la particularidad de llamarse como ciudades o figuras ilustres. Aunque Las Morochas parece resistirse al progreso, pues las estructuras más altas apenas alcanzan los dos pisos.
En medio de la diversidad, los residentes aún mantienen una esencia y arraigo cultural, y hasta una peculiar manera de ser regionalistas y mirar con recelo cuando les llaman citojenses, a lo que Elí Saúl Rodríguez, servidor de María y devoto de la Virgen del Rosario del Paraute, argumentó: “es que somos un pueblo, no un sector de Ciudad Ojeda”.
Cuando arrancó la era petrolera, la vía lacustre y la orilla del Lago de Maracaibo poco a poco fue cubriéndose de muelles e instalaciones, quitando espacio a los pescadores de Las Morochas, un populoso sector de Lagunillas, que se transformó como el eje industrial de la COL.
Los ojos de los navegantes que arribaban por el Lago, se habituaron a ver un símbolo natural, dos matas que crecieron juntas, es decir, morochas. Algunos decían que eran cocoteros y otros majumbos, con troncos y follajes simétricos, de unos 50 metros, que desde lejos anunciaban la orilla y para ciertos moradores dio nombre al sector.
“El suministro de alimentos y mercancías llegaba a Las Morochas a una especie de muelle rudimentario que las mismas petroleras promotoras de la vía, construyeron para movilizar materiales de un campamento hacia otro, entre Cabimas y Mene Grande”, señala Francisco Chávez, en su texto Conoce la historia del municipio Lagunillas.
Antes de la movilización generada por la industria petrolera, Las Morochas sobrevivía con rasgos indígenas, y su asiento, según otras versiones, abarcaba las extensiones de un hato propiedad de Lino Ekmeiro, y que llevaba el nombre de Las Morochas en honor a sus descendientes gemelas.
“Como comunidad, Las Morochas se origina a comienzos del siglo XX, más sus raíces se hunden hasta los días en que un sencillo poblado indígena se levantó sobre estacas a orillas del Lago, formando parte de una cadena de pueblos palafíticos que se extendía desde Ceuta”, reseña el libro Las Morochas hacia el Siglo XXI, de Rutilio Ortega y Jóvito Rodríguez.
El rostro sencillo y artesanal de las viviendas y la cotidianidad ligada a la pesquería y a las labores agrícolas, cambiaron para ofrecer un ambiente ideal que albergara a familias de otras partes del país y a extranjeros.
Desde 1912, cuando arranca la explotación petrolera, que 10 años después tomaría pleno auge con el reventón de El Barroso, las compañías empezaron a abrir caminos para su progreso.
Hubo que crear más adelante una vía, — que hoy se llama Intercomunal— para abrir un paso de asfalto y unir a Lagunillas con Cabimas y Bachaquero, según recuerda Chávez. Su edificación, culminada en 1965, arrasó con el monte y la tierra pantanosa de ese entonces.
Muchos de sus pobladores vinieron por petróleo, otros porque su Lagunillas de Agua, poblado vecino, sacudida por incendios constantes tras la extracción de crudo, los obligó a mudarse, según el libro Las Morochas hacia el Siglo XXI.
Y aunque los morocheros lucharon por ser capital de Lagunillas, perdieron la batalla ante Ciudad Ojeda, cuya creación ordenó el presidente Eleazar López Contreras el 19 de enero de 1937
Una de las primeras maestras del sector, Luisa Perozo, contó en un reportaje publicado en PANORAMA el 21 de agosto de 1984, que cuando arribó al poblado “había pocas casas. Ésto era un fundo, había tierra para todos y la mayoría vivía de la pesca”.
Una mezcolanza de culturas, sabores y tradiciones fue amasándose en el sector.
Luis “Totillo” Bencomo, de 54 años, y fundador del Centro Cultural Deportivo de Las Morochas, recuerda el movimiento migratorio.
“Vinieron ingleses, holandeses, alemanes, árabes, estadounidenses y hasta trinitarios. Como era un pueblo orillero también llegó gente del Sur del Lago, de Los Puertos de Altagracia y de Lagunillas de Agua, y por supuesto de otras partes del país: margariteños, corianos y andinos”.
Era tan variopinta la población residente que suscitó una suerte de movimiento particular.
“Muchas de las casas pareadas que aún se ven son de características inglesas, donde destacan los balcones”, agrega Bencomo.
Todavía hoy pueden verse fachadas coloridas y con nombre de villas, y hasta sus calles angostas tomaron la particularidad de llamarse como ciudades o figuras ilustres. Aunque Las Morochas parece resistirse al progreso, pues las estructuras más altas apenas alcanzan los dos pisos.
En medio de la diversidad, los residentes aún mantienen una esencia y arraigo cultural, y hasta una peculiar manera de ser regionalistas y mirar con recelo cuando les llaman citojenses, a lo que Elí Saúl Rodríguez, servidor de María y devoto de la Virgen del Rosario del Paraute, argumentó: “es que somos un pueblo, no un sector de Ciudad Ojeda”.
La Virgen sobrevive al fuego
Yennys Rojas, Panorama, 04/10/09
En el “corazón” de Las Morochas como puede llamársele al lugar donde está la plaza y el santuario a la Virgen Nuestra Señora del Rosario del Paraute, reposa la tablita con su imagen. Su aparición de la que se cumplirán este 28 de octubre, 358 años, es la segunda más antigua del país después de la Virgen del Valle.
Los habitantes del sector, cobijaron a la Virgen desde 1929. Su imagen estaba en principio en Lagunillas de Agua pero un incendio afectó el templo y obligó su traslado a Tasajeras; y luego a Las Morochas.
Milagrosamente la tablita sobrevivió a dos incendios más, uno en 1955 y otro en 2004, ocasionado por un cortocircuito en el santuario.
Además de profesar amor por Nuestra Señora del Rosario, otro grupo también tiene espacio para San Benito.
Dexy Matos, cantora de la Virgen, recuerda que desde los 9 años, sus padres inculcaron en ella la fe mariana que sigue cultivando desde el coro del santuario y en el grupo de la Sociedad de la Divina Misericordia.
En el “corazón” de Las Morochas como puede llamársele al lugar donde está la plaza y el santuario a la Virgen Nuestra Señora del Rosario del Paraute, reposa la tablita con su imagen. Su aparición de la que se cumplirán este 28 de octubre, 358 años, es la segunda más antigua del país después de la Virgen del Valle.
Los habitantes del sector, cobijaron a la Virgen desde 1929. Su imagen estaba en principio en Lagunillas de Agua pero un incendio afectó el templo y obligó su traslado a Tasajeras; y luego a Las Morochas.
Milagrosamente la tablita sobrevivió a dos incendios más, uno en 1955 y otro en 2004, ocasionado por un cortocircuito en el santuario.
Además de profesar amor por Nuestra Señora del Rosario, otro grupo también tiene espacio para San Benito.
Dexy Matos, cantora de la Virgen, recuerda que desde los 9 años, sus padres inculcaron en ella la fe mariana que sigue cultivando desde el coro del santuario y en el grupo de la Sociedad de la Divina Misericordia.
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