Mayo de 2022.- Llamamos cultura del oropel al uso del trabajo cultural para adornar las actividades institucionales, cuando a los artistas solo se les toma en cuenta para actos protocolares, celebrar efemérides o resaltar las gestiones de los gobiernos, sin valorar el esfuerzo ni la inversión que exigen las creaciones. Tal vez este sea una definición un poco imprecisa. Intentemos despejar la idea.
En el podcast Los Eufémicos, el profesor Andrés Rojas explicó que la cultura del oropel es una manifestación o un estilo de gestión cultural ligado a las instituciones públicas donde el hecho cultural se utiliza como decoración, como quien agarra una bambalina y la cuelga como ambientación, por ejemplo cuando tenemos una actividad y llamamos a los que bailan para que rellenen el programa.
Es importante agregar que el oropel es una pieza de materiales como el latón que imita al oro, se usa como un adorno que en apariencia tiene mucho valor, pero en realidad es solo una imagen falsa.
Lamentablemente, existen cultores que tienen una actitud pasiva ante este tipo de políticas o se prestan para ser parte de estas actividades y así figurar en los programas protocolares, en lugar de ser parte de una verdadera lucha por los derechos y la dignidad cultural.
El hecho cultural explica Rojas- es la búsqueda permanente de la belleza a través de las diferentes formas de expresión, sin embargo esto se desvirtúa cuando no hay institucionalidad cultural, con una gestión que trascienda más allá de la efeméride.
Debido a esto, las agrupaciones culturales se han convertido en una suerte de agencia de festejos que preparan los actos de gobierno (local, regional o nacional), con presentaciones que apoyen, promuevan o defiendan su discurso, sus ideas o sus mensajes.
En los Eufémicos también participan Jhonathan Camacaro, promotor cultural y teatrero; y Luis Gerardo Leal, periodista y teatrero, ambos del municipio Lagunillas.
Camacaro definió la cultura de oropel como una fachada que no permite la trascendencia del hecho artístico, limitándose a un pseudo producto que carece de bases teóricas, filosóficas, estéticas, sociológicas o de identidad.
Es importante analizar este tipo de usos protocolares del hecho cultural que va engullendo el trabajo artístico, porque al dedicarse solo a cumplir con eventos particulares se va perdiendo la razón verdadera por la cual existen los cultores.
Las instituciones se aprovechan de las necesidades de los artistas para utilizar su talento como decoración, sin aportar un apoyo real (financiero, logístico, técnico o formativo) que podría contribuir a mejorar, continuar o ampliar la capacidad de producción de esos cultures.
Con el pasar del tiempo, esta costumbre se ha fortalecido mientras que las producciones originales, personales o de identidad cultural se van perdiendo, se han vuelto escasos los espacios de creación, la sociedad va olvidando el hábito de asistir a eventos culturales y se va perdiendo el verdadero valor de la cultura.
Aún hay mucho que discutir sobre este tema, pero esperamos que estas primeras aproximaciones contribuyan a despertar el interés en la realidad que enfrentan los cultores y la necesidad de fijar una posición al respecto para pedir dignidad y libertad creativa.