Las curas de Monte

Los Cuentos de Vitorino, El Zaguán 2005

Una madre, recibió emocionada una hoja de papel que el telegrasta le entregó. Este hombre pasaba de pueblo en pueblo instalando y desinstalando su artefacto que trasportaba en el lomo. Era la forma más útil para comunicarse, salvo por un pequeño detalle: en el pueblo nadie sabía leer.

Aquella mujer tenía más de seis meses sin ver a su hijo quien había salido en navidad de la Sierra de Falcón a alistarse en el ejército por los lados del Zulia.

Era la primera vez que recibía noticias de él, pero debía conseguir a alguien que le leyera la carta. Tuvo que recorrer varios pueblos cercanos en caminos de tierra, movida por el entusiasmo de saber de la vida de su hijo. Tres días después encontró a Pepe Olivares, un doctor que sí sabía leer. Leyó en voz alta y fría: “su hijo ha muerto”.

El doctor Olivares era famoso por ser el único doctor graduado que llega a esas tierras. Aunque en su primer parto, realizó una cesárea por la espalda que resultó mal.

Por eso la gente prefería a las comadronas, a la hora de dar a luz. Al que se enfermaba se le metía en un chinchorro y se colgaba de un palo, para ser trasportado al curandero más cercano, que curaba con hierbas de todo tipo. De un hervido de hojas de limón con albahaca y una pelota de barro, salía un baño que quitaba la ebre.

Purgar y vomitar servía para curar todo mal. Para purgar se preparaba cogollos de majagüilla halados hacia abajo, para vomitar se halaba hacia arriba. Un guarapo de raíz de sábila servía para las afecciones de la piel.

De ese modo se vivía en los pueblos, sin letras y con remedios de monte que curaran o no, era en lo que conábamos.

Victoreano Camacaro
Adaptación:
Luis Gerardo Leal

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